A migrant domestic worker hangs clothes.

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En primera línea de la crisis: es hora de reconocer a los trabajadores domésticos como esenciales

Con motivo del Día de los Trabajadores Domésticos, Kaori Nakamura-Osaka, Subdirectora General y Directora Regional para Asia y el Pacífico de la Organización Internacional del Trabajo, explica por qué un enfoque integrador de la protección laboral y social de los trabajadores domésticos no sólo es justo, sino esencial, especialmente en tiempos de crisis.

16 de junio de 2025

Champa, a migrant domestic worker in Thailand, hangs clothes. © ILO
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Hoy, en el día de los Trabajadores Domésticos, se cumplen catorce años de la adopción del histórico Convenio nº 189 de la OIT sobre los trabajadores domésticos, un compromiso mundial para defender los derechos y la dignidad de quienes realizan un trabajo remunerado en hogares privados. Afirma lo que debería ser obvio: que los trabajadores domésticos son trabajadores y merecen las mismas protecciones, salarios y respeto que cualquier otra ocupación.

Sin embargo, incluso hoy en día, esta simple verdad se ignora con demasiada frecuencia.

En toda Asia aumentan las presiones de nuestro tiempo. Vivimos un periodo de crisis superpuestas: crecientes tensiones geopolíticas, fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes, aumento vertiginoso del coste de la vida y profundización de la desigualdad social. Estos trastornos han puesto de manifiesto que el trabajo doméstico es esencial. Es la infraestructura invisible que mantiene en funcionamiento los hogares y, por extensión, las sociedades. En momentos de catástrofe, se convierte en un salvavidas vital.

Durante las inundaciones de 2024 en la subregión del Mekong, los trabajadores domésticos fueron los que limpiaron el barro de las casas inundadas. Tras el terremoto que asoló Myanmar y Tailandia en marzo de 2025, fueron los trabajadores domésticos quienes ayudaron a los miembros de las familias a ponerse a salvo. Durante la pandemia de COVID-19, los trabajadores domésticos prestaron un apoyo vital a las familias que cuidaban de enfermos, ancianos y niños.

En silencio, sin fanfarria, fueron los primeros en responder. Pero, ¿se les reconocía? ¿Figuraban en los registros de emergencias? ¿Se les tiene en cuenta en la planificación de la respuesta? Con demasiada frecuencia, la respuesta es no.

Los sistemas de respuesta a las crisis rara vez tienen en cuenta a los trabajadores domésticos, ya sea como contribuyentes a la recuperación o como individuos que necesitan protección. Este punto ciego revela un problema más profundo: la continua falta de valoración de los cuidados y el trabajo doméstico como elementos esenciales para nuestro bienestar colectivo.

A pesar de su contribución decisiva, los trabajadores domésticos de toda la región siguen figurando entre los trabajadores más explotados y desprotegidos. Un estudio de la OIT en la ASEAN reveló que, en Tailandia y Malasia, aproximadamente la mitad de los trabajadores domésticos trabajan más de diez horas al día. Más de una cuarta parte de los trabajadores domésticos de estos países trabajan siete días a la semana sin día libre. Muchos están excluidos de las leyes laborales básicas que garantizan el tiempo de descanso, el máximo de horas de trabajo o incluso el derecho a un salario mínimo. Además, las cualificaciones y la experiencia de los trabajadores domésticos rara vez se reflejan en lo que ganan.

No se trata de casos aislados, sino de una negligencia sistémica.

Aun así, hay signos de progreso. En 2024, Tailandia dio un paso audaz con el Reglamento Ministerial nº 15, que amplió las protecciones laborales clave a los trabajadores domésticos, incluidas garantías de salario mínimo, jornada laboral de ocho horas y permiso de maternidad retribuido. Malasia también avanzó al ampliar sus regímenes de Lesiones Laborales, Invalidez y Supervivencia a los trabajadores migrantes, incluidos los trabajadores domésticos migrantes.

Sin embargo, la mayoría de los países de la región siguen excluyendo a los trabajadores domésticos de los marcos de protección social, dejándolos sin una red de seguridad cuando son más vulnerables.

Reconocer los derechos de los trabajadores domésticos no es un gesto de caridad. Es una opción política esencial, práctica y con visión de futuro. Los gobiernos pueden legislar protecciones integrales. Los sindicatos pueden organizar a los trabajadores domésticos y amplificar sus voces. Los empleadores pueden adoptar prácticas que garanticen unas condiciones de trabajo dignas y un trato justo. Y todos nosotros, como miembros de la sociedad, podemos cambiar la forma en que percibimos el trabajo doméstico, no como una ayuda invisible e informal, sino como un componente vital de nuestra economía y nuestra capacidad de recuperación.

Puede que no seamos capaces de prevenir todas las crisis. Pero podemos reforzar la capacidad de nuestras sociedades para responder y recuperarse. Proteger a los trabajadores domésticos y reconocer el papel vital que desempeñan debe formar parte de esa estrategia.

Construyamos un futuro en el que los trabajadores domésticos dejen de ser ignorados en nuestros hogares, leyes o planes para catástrofes. Tratemos por fin su trabajo como lo que realmente es: esencial.

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