Cuidar también es trabajar y merece derechos.

Op-Ed

El trabajo doméstico es trabajo de cuidado: saldar la deuda histórica con millones de mujeres trabajadoras del hogar

16 de junio de 2025

Cuidar también es trabajar y merece derechos. © Oficina de la OIT para Argentina.
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    Por Ana Virginia Moreira Gomes
    Directora regional de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe

Cada 16 de junio, Día Internacional de las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos, recordamos una verdad esencial: el trabajo doméstico es trabajo de cuidado. Así lo afirma la Resolución relativa al trabajo decente y la economía del cuidado adoptada por la Conferencia Internacional del Trabajo en junio de 2024. El cuidado es una labor indispensable para el funcionamiento de nuestras sociedades y, sin embargo, históricamente invisibilizada y desprotegida. Todas y todos cuidamos y seremos cuidados a lo largo de nuestras vidas. Por ello, es fundamental que los cuidados, incluido el trabajo doméstico, estén en el centro de las políticas públicas.

Este año conmemoramos el 14º aniversario de la adopción del Convenio 189 de la OIT, que reconoce los derechos fundamentales de quienes trabajan en los hogares. Este instrumento marcó un antes y un después en la lucha por el trabajo decente en este sector. 

América Latina y el Caribe ha liderado su ratificación, con avances legislativos relevantes en al menos ocho países que han reformado o creado leyes específicas para eliminar la discriminación hacia las trabajadoras del hogar. En otros casos, se han adaptado normativas laborales y se ha recurrido al litigio estratégico, como en México y El Salvador, para ampliar la cobertura de derechos.

Sin embargo, la brecha entre lo normativo y la realidad cotidiana sigue siendo profunda. Hoy, el trabajo doméstico remunerado continúa marcado por grandes desigualdades. En nuestra región, el 91% de quienes lo ejercen son mujeres. De ellas, el 72% no tiene acceso a un empleo formal, lo que limita su acceso a la seguridad social, la protección legal y condiciones laborales básicas. Además, más del 35% son migrantes, lo que suele implicar una doble vulnerabilidad: por su situación laboral y por su estatus migratorio.

Las condiciones laborales siguen siendo precarias. En varios países de la región, las tasas de informalidad en el trabajo doméstico superan el 75%. Muchas trabajadoras perciben ingresos por debajo del salario mínimo legal y una parte significativa gana únicamente el mínimo establecido. 

Además, el trabajo infantil doméstico sigue siendo una de las formas más invisibles y normalizadas de trabajo infantil en América Latina y el Caribe. Miles de niñas son obligadas a dejar la escuela y asumir cargas de cuidados no remunerados, sin redes de protección ni atención institucional suficiente.

También persisten las jornadas excesivas: muchas trabajadoras del hogar trabajan hasta 60 horas semanales, mientras que otras, en condiciones de subempleo, trabajan menos de 20 horas, lo que impide que accedan a beneficios contributivos. A esto se suma la exposición a múltiples riesgos, incluyendo la violencia y el acoso.

Para 2024, el empleo en el trabajo doméstico remunerado sigue por debajo de los niveles prepandemia. Las horas promedio de trabajo también han disminuido en muchos casos debido al aumento de contratos a tiempo parcial. Esta reducción representa un obstáculo adicional para la formalización y la protección social.

Este panorama es aún más preocupante si lo enmarcamos en la crisis de los cuidados que enfrenta nuestra región. El envejecimiento poblacional acelerado —con una proyección del 18,9% de personas mayores de 65 años para 2050— aumentará la demanda de cuidados, tradicionalmente asumidos por mujeres, tanto en el ámbito familiar como en el laboral.

La OIT ha propuesto una hoja de ruta concreta: Hacer del trabajo doméstico un trabajo decente: invertir en cuidados. Esta estrategia se basa en cinco ejes fundamentales: formalización; equiparación de derechos con otros trabajadores asalariados; valorización del trabajo doméstico; fortalecimiento del diálogo social; y promoción de políticas de salud y seguridad adaptadas a este sector. Ya está en marcha en países como Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica y México, y esperamos que más países se sumen pronto a este compromiso por el cambio.

Garantizar trabajo decente para las trabajadoras del hogar es una cuestión de justicia social, pero también una estrategia de desarrollo. Cuidar a quienes cuidan es esencial para construir sociedades más solidarias, resilientes y sostenibles.

Como dijo Luiza Batista (in memoriam), presidenta del Consejo Nacional de Trabajadores Domésticos de Brasil y de la FENATRAD:

"Mi sueño es que recuperemos los derechos laborales, que las trabajadoras domésticas sean respetadas y valoradas, tener políticas que garanticen la dignidad. Soñar no cuesta nada, y yo creo que ese sueño un día puede ser realidad".

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